Los objetos de cerámica excepcionalmente bien conservados que están presentes en esta tumba hacen de ésta uno de los hallazgos más importantes de su tipo en toda la zona de las tierras bajas del antiguo imperio maya.
Las excavaciones forman parte de un proyecto de investigación que llevan a cabo desde hace varios años unos arqueólogos del Instituto Nacional mexicano de Antropología e Historia y el Departamento de Antropología de América en la Universidad de Bonn, Alemania.
Desde 2011, el equipo dirigido por Nikolai Grube y Kai Delvendahl ha concentrado su labor en el complejo del palacio real. El palacio consta de al menos 11 edificios individuales. El complejo del palacio fue construido alrededor del año 650 de nuestra era, un momento en que la vecina dinastía gobernante de Calakmul estaba extendiendo su influencia sobre grandes zonas de las tierras bajas mayas.
El trabajo arqueológico de los últimos meses ha permitido descubrir, bajo una sala, una tumba ricamente adornada. Las paredes de la cripta están hechas de mampostería. En el interior de esta tumba, que data de hace unos 1.300 años, se han descubierto los restos de un hombre joven. En torno a él estaban depositadas varias vasijas de cerámica en un estado excepcional de conservación, algunas de las cuales fueron decoradas mediante pinturas espectaculares y otros elementos decorativos.
La ubicación de la tumba y otros elementos de juicio sugieren que el fallecido era un joven varón miembro de la familia gobernante, pero que no estaba en la línea directa de sucesión al trono. Se ha determinado que una de las vasijas posiblemente data del año 711 de nuestra era; por tanto, la muerte del joven y la construcción de su tumba pueden ubicarse en la segunda o tercera década del siglo VIII.
A comienzos del siglo IX, la ciudad de Uxul quedó abandonada casi por completo.
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Hallado sobre la línea de playa y a menudo bañado por el mar, destaca un agrupamiento de rocas volcánicas. EL UNIVERSAL
CIUDAD DE MÉXICO (05/DIC/2012).- Las Labradas, sitio del estado de Sinaloa con más de 600 petrograbados, fue declarado como Zona de Monumentos Arqueológicos, según decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación, medida que sienta un precedente legal importante para la protección de este tipo de patrimonio cultural de la nación.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), localizado a escasos 40 minutos de Mazatlán, este lugar también representa la primera zona de monumentos declarada en Sinaloa.
Hallado sobre la línea de playa y a menudo bañado por el mar, destaca un agrupamiento de rocas volcánicas —distribuidas en un área de 340 metros de longitud— sobre las que fueron tallados aproximadamente 640 grabados, algunos de los cuales incluso podrían datar del periodo Arcaico y tener al menos 4 mil años de antigüedad.
El instituto detalló que a través de su delegación en Sinaloa, ha impulsado desde 2003 un proyecto de investigación en Las labradas para ampliar el conocimiento de la misma, lo que conllevó la traza de la poligonal de protección, base para su reciente declaratoria.
Más de 17 hectáreas que comprenden la zona arqueológica —localizada cerca del poblado La Chicayota, en el municipio de San Ignacio—, quedan protegidas a partir de su declaratoria y publicación, el pasado 30 de noviembre, del decreto presidencial. Este aval significa también un impulso para su pronta visita pública, de manera que el INAH trabaja actualmente para dotarla de una unidad de servicios, dijo.
A la altura del kilómetro 51 de la Autopista Mazatlán-Culiacán, Las Labradas se conforma de varios conjuntos de grabados rupestres; percusiones en piedra que después de ser pulidas por antiguos habitantes, generaron figuras en bajorrelieve de tipo zoomorfo y antropomorfo, así como gran cantidad de diseños con características geométricas: puntos, círculos, cruces y rectángulos.
Para 2013, se prevé que Las Labradas sea la primera zona arqueológica en esa entidad, operada por el INAH; el proyecto para su apertura a la visita pública, contempla una unidad de servicios que funcionará mediante energía eólica, también un área de investigación y otra museográfica donde se expondrán algunos materiales descubiertos durante las exploraciones.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), localizado a escasos 40 minutos de Mazatlán, este lugar también representa la primera zona de monumentos declarada en Sinaloa.
Hallado sobre la línea de playa y a menudo bañado por el mar, destaca un agrupamiento de rocas volcánicas —distribuidas en un área de 340 metros de longitud— sobre las que fueron tallados aproximadamente 640 grabados, algunos de los cuales incluso podrían datar del periodo Arcaico y tener al menos 4 mil años de antigüedad.
El instituto detalló que a través de su delegación en Sinaloa, ha impulsado desde 2003 un proyecto de investigación en Las labradas para ampliar el conocimiento de la misma, lo que conllevó la traza de la poligonal de protección, base para su reciente declaratoria.
Más de 17 hectáreas que comprenden la zona arqueológica —localizada cerca del poblado La Chicayota, en el municipio de San Ignacio—, quedan protegidas a partir de su declaratoria y publicación, el pasado 30 de noviembre, del decreto presidencial. Este aval significa también un impulso para su pronta visita pública, de manera que el INAH trabaja actualmente para dotarla de una unidad de servicios, dijo.
A la altura del kilómetro 51 de la Autopista Mazatlán-Culiacán, Las Labradas se conforma de varios conjuntos de grabados rupestres; percusiones en piedra que después de ser pulidas por antiguos habitantes, generaron figuras en bajorrelieve de tipo zoomorfo y antropomorfo, así como gran cantidad de diseños con características geométricas: puntos, círculos, cruces y rectángulos.
Para 2013, se prevé que Las Labradas sea la primera zona arqueológica en esa entidad, operada por el INAH; el proyecto para su apertura a la visita pública, contempla una unidad de servicios que funcionará mediante energía eólica, también un área de investigación y otra museográfica donde se expondrán algunos materiales descubiertos durante las exploraciones.
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Varios textos romanos antiguos describen el asesinato de Julio César en la Curia de Pompeyo de Roma en el año 44 a.C., un hecho, fruto del complot de un grupo de senadores para eliminar al general, que desembocaría en la formación del segundo triunvirato y en el estallido final de las guerras civiles. Ahora, 2.056 años después, un equipo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (España) ha descubierto el punto exacto donde fue apuñalado el militar.
Una estructura de hormigón de tres metros de ancho por más de dos de alto colocada por orden de Augusto, hijo adoptivo y sucesor de Julio César, para condenar el asesinato de su padre, ha dado la clave a los científicos.
Este hallazgo confirma que el general fue apuñalado justo en el centro del fondo de la Curia de Pompeyo, mientras presidía, sentado en una silla, la reunión del Senado.
Actualmente los restos de este edificio se encuentran ubicados en el área arqueológica de Torre Argentina, en pleno centro histórico de la capital italiana.
“Siempre se supo que Julio César fue asesinado en la Curia de Pompeyo el 15 de marzo del 44 a.C., porque los textos clásicos así nos lo transmiten, pero hasta ahora no se había recuperado ningún testimonio material de este hecho tantas veces representado en la pintura historicista y en el cine”, explica el investigador del CSIC Antonio Monterroso, que trabaja en Instituto de Historia del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC.
Las fuentes clásicas aluden a la clausura, años después del asesinato, de la Curia, un lugar que pasaría a convertirse en una capilla-memoria.
El investigador aclara: “Sabemos con seguridad que el lugar donde Julio César presidió aquella sesión del Senado y donde cayó apuñalado se clausuró con una estructura rectangular organizada conforme a cuatro muros que delimitan un relleno de hormigón. Lo que no sabemos es si esta clausura supuso también que el edificio dejara de ser completamente accesible”.
En Torre Argentina, además de la Curia de Pompeyo, los investigadores han comenzado a estudiar los restos del Pórtico de las Cien Columnas (Hecatostylon). El objetivo es conocer qué vías de conexión se pueden establecer entre la arqueología, la historia del arte y el cine en estos espacios de la muerte de Julio César. “También pretendemos entender mejor ese sentido de clausura y lugar funesto que describen los textos clásicos”, añade Monterroso.
Los dos edificios forman parte del complejo monumental de unos 54.000 metros cuadrados que Pompeyo Magno, uno de los más grandes militares de la historia de Roma, construyó en la capital para conmemorar sus triunfos militares en Oriente hacia el año 55 a. C.
“Es muy atractivo, en sentido cívico y ciudadano, que miles de personas tomen hoy el autobús y el tranvía justo al lado de donde hace 2.056 años fue apuñalado Julio César, o que incluso vayan al teatro, pues el principal de la capital, el Teatro Argentina, se encuentra muy cerca igualmente”, indica Monterroso. (Fuente: CSIC)
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Buscando al rey Ricardo III
El último monarca inglés muerto en una batalla, que reinó durante sólo dos años, y que a lo largo de cinco siglos ha sido considerado el peor y más malvado rey en la historia de Inglaterra, tuvo una vida muy agitada. Sus restos mortales tampoco han descansado en paz, y después de numerosas vicisitudes, parece que han sido encontrados.
Pese a sufrir un defecto físico que hacía a uno de sus hombros más alto que otro, Ricardo III (1452–1485), último rey de la dinastía de los Plantagenet, fue un consumado guerrero. Así lo indican las crónicas que describen también cómo luchó hasta su último aliento, matando a múltiples adversarios, en la batalla donde al final sucumbió, batalla que a menudo ha sido recreada en la literatura y el cine como un arquetipo del enfrentamiento entre el Bien y el Mal. Se considera que esa contienda entre el ejército de Ricardo III y el de su oponente aspirante al trono, Enrique VII, de la dinastía Tudor, último rey inglés en ganar el trono en el campo de batalla, marcó, en Inglaterra y alrededores, el final de la Edad Media y el inicio de la Edad Moderna, con el despegue definitivo del Renacimiento en la zona. En ese sentido y contexto geográfico, es inevitable la visión romántica de Ricardo III como El Último Rey de los Oscuros Tiempos Medievales, y de Enrique VII como El Primer Rey del Renacimiento.
Friso que probablemente estaba emplazado en el espacio destinado al Coro de la Capilla, donde se enterró a Ricardo III. Foto: University of Leicester.
Ricardo III, representado en el cine con películas como la protagonizada por Laurence Olivier en 1955, quien le encarnó siguiendo la versión mitificada que del rey hizo William Shakespeare, ha sido una figura inevitablemente marcada por la polémica.
Esa polémica deriva sobre todo de que, aparte de los hechos históricos probados, a Ricardo III se le atribuyen muchas maldades, en especial desde las páginas de la historia escritas por sus adversarios. Su mala fama entre los partidarios de Enrique VII hizo que tras su muerte sus restos mortales no gozasen de una sepultura a la altura de la otorgada a otros reyes, y es fácil imaginar que bastantes personas habrían querido borrarle de la historia y eliminar toda huella de su paso por el mundo, incluyendo sus restos mortales.
Habiendo caído en el olvido el emplazamiento de la tumba de Ricardo III, y existiendo sólo unas pocas pistas documentales, en 2009 la escritora y guionista Philippa Langley, miembro de la Richard III Society (Sociedad Ricardo III), una organización dedicada al estudio histórico de este rey maldito y marginado, comenzó a impulsar la búsqueda de los restos mortales del monarca, recibiendo el apoyo de la Universidad de Leicester, en el Reino Unido, gracias en buena parte a las gestiones de Richard Taylor de dicha universidad.
El arqueólogo Richard Buckley, de la Universidad de Leicester, encabeza el grupo de expertos que durante tres años se ha esforzado por encontrar lo que muchos consideran una oportunidad de profundizar en la historia de ese rey y en las circunstancias de su muerte mucho más de lo que ha sido posible hasta ahora. Muy a menudo, la moderna ciencia forense puede extraer datos allá donde antes nadie pudo encontrar nada, y algunos eruditos opinan que lograr hacer un análisis a fondo de los restos mortales de Ricardo III con la tecnología actual podría conducir a tener que reescribir algunas páginas de la historia que han sido consideradas verídicas durante cinco siglos y probablemente suavizar la mala fama del rey, alimentada por los vencedores de la guerra que él y su bando perdieron.
Desde septiembre de 2012, la búsqueda de los restos mortales del tenebroso monarca, ha entrado en una nueva y emocionante fase. Las excavaciones en las ruinas sepultadas de la antigua Abadía de Greyfriars en Leicester, donde, según algunas crónicas, fue finalmente sepultado Ricardo III, sacaron a la luz un esqueleto que presenta muchas coincidencias con la anatomía de Ricardo III y con las circunstancias de su muerte. Ya se trabaja en análisis muy detallados de ADN del esqueleto, cuyos resultados se compararán con la mejor referencia actualmente disponible, Michael Ibsen, un hombre del que, tras trabajosas indagaciones en archivos y otras pesquisas, se cree con bastante certeza que es descendiente de una hermana de Ricardo III, y que ha aceptado someterse a las pruebas de ADN. El entorno familiar de Ibsen también puede ser de gran ayuda para estos análisis comparativos.
El esqueleto fue encontrado bajo lo que se cree que fue el espacio para el coro en la capilla. Está casi completo, aunque los pies fueron destruidos en algún momento desconocido del pasado. El estado de la materia ósea es moderadamente bueno. A juzgar por la posición de los huesos cuando el esqueleto quedó a la vista por vez primera, el cuerpo no fue movido desde que se le sepultó allí. Hay indicios de que se le amortajó, aunque no quedan ya vestigios del sudario.
Los cinco siglos que el esqueleto ha permanecido enterrado no han estado exentos de perturbaciones y peligros. Tras el derribo del edificio original y hasta el hallazgo en 2012 de la tumba en la zona de un aparcamiento de automóviles, el lugar ha conocido infinidad de cambios en la superficie, e incluso bastantes en el subsuelo. Por ejemplo, en el siglo XIX las labores de construcción de un edificio acarrearon excavar en el sitio donde está la tumba. Tal como se ha constatado ahora, ello pudo haber destruido la sepultura y su contenido, o quizás, con suerte, conducir a su hallazgo. Ni lo uno ni lo otro sucedió, y los cimientos de ese edificio victoriano llegaron hasta unos 30 centímetros del esqueleto.
La exhumación de los restos mortales y su estudio inicial, con la participación destacada de Turi King, Jo Appleby, Matthew Morris, Lin Foxhall y John Ashdown-Hill, han revelado prometedoras coincidencias con lo que cabría esperar de Ricardo III:
Para empezar, el área del coro es la indicada en ciertas crónicas históricas como el punto donde se enterró a Ricardo III.
El esqueleto parece corresponder a un hombre adulto que sufrió heridas importantes poco antes de su muerte. Estas heridas, aunque no necesariamente tuvieron que ser fruto del combate en una batalla, sí encajan con ese escenario. Un instrumento cortante y contundente parece ser la causa de una hendidura en la parte trasera del cráneo. En el esqueleto también se encontró una punta de flecha entre vértebras de la parte superior de la espalda. Si el cuerpo es el de Ricardo III, se sabrá cómo exactamente le mataron en la Batalla de Bosworth.
La columna vertebral del esqueleto presenta una fuerte deformidad típica de la escoliosis. En esencia, las personas con escoliosis tienen la columna vertebral torcida hacia un lado. No se trata del encorvamiento que da lugar a lo que vulgarmente se conoce como "joroba". Los análisis preliminares indican que el sujeto, aunque no sufría de atrofia en ningún brazo, padeció una escoliosis en grado severo, que debió hacer que un hombro fuese claramente más alto que el otro. Esto concuerda con descripciones de Ricardo III hechas en su época y difiere de otras hechas posteriormente.
Pese a la severa deformidad exhibida por el esqueleto, el individuo fue en vida un hombre fornido y activo, a quien su discapacidad no le impedía hacer cosas para las que se necesita estar en muy buena forma física, como por ejemplo combates a espada. Esto encaja con la notable capacidad de lucha física descrita en algunas crónicas sobre Ricardo III, incluyendo las de su batalla final, sobre la que se cuenta que, lanzándose al ataque él mismo y su guardia personal en un intento de alcanzar al caudillo del bando contrario, luchó con destreza y bravura, adentrándose en las líneas enemigas hasta llegar muy cerca de Enrique VII, y abatiendo a múltiples adversarios antes de caer muerto.
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